Lentamente abrí los ojos y los rayos de sol iluminaban toda la estancia dotándola de una luz natural inmaculada. Me estiré todo lo que pude y me incorporé en la cama, frote mis ojos varias veces antes de bajar mis pies al suelo. Me quede dormida con la ropa puesta, pues después del susto del armario no pensaba abrirlo anoche para sacar mi pijama.
Anoche durante la cena Clarisa me informó que el sábado tendríamos una boda en el castillo y dos reservas para la semana siguiente, por lo que hasta entonces estaba libre.
Para hoy tenía pensado ir a revisar el cuarto de fotografía para asegurarme que estuviera todo correcto para poder realizar mi trabajo correctamente. Cogí algo de ropa cómoda y fui hacía el cuarto de baño para darme un merecido baño. Entre en este y comencé a quitarme la ropa, observe mi imagen en el espejo y tenía un aspecto espantoso, mi pelo parecía una maraña y tenía unas pequeñas ojeras bajo mis ojos, en definitiva estaba hecha un asco, pero nada que un buen baño y un poco de corrector no pudiera arreglar. Abrí el grifo del agua caliente y deje que la bañera se llenará, cerré el grifo y eche espuma de baño. Lentamente me fui adentrando en la calidez que me otorgaba el agua en contacto con mi piel erizada por el cambio de temperatura, se sentía fenomenal, me tumbé y cerré los ojos para respirar la paz de esos momentos. A mi mente, llegaron recuerdos de tiempos pasados que ya hacía mucho no recordaba. Alan...lo cierto es que fuimos felices el tiempo que estuvimos juntos, tres maravillosos años de celos y mentiras maquillados con besos y caricias que yo creí... Aunque ya lo había superado, aún tenía mis momentos de bajón pensando en que hice mal para que tuviera que irse con otra, u otras, porque después de todo, ya no sabía cuántas chicas habían calentado mi cama mientras yo trabajaba.
Fue una suerte por mi parte haber acabado aquel día antes y querer ir a casa para prepararle una sorpresa, y vaya si hubo sorpresa, pero no la que esperaba.
Cuando llegué al apartamento, al abrir la puerta comencé a ver lencería tirada por el suelo, supe que no era mía, no sabía si salir corriendo en silencio o entrar en erupción y escupir lava por la boca. ¿Y qué creéis que hice? Pues lo correcto, abrí la puerta de la habitación y las imágenes que presencie frente a mi fueron el detonante perfecto para desatar mi locura. A ella la agarré de los pelos y la tire de la cama y al desgraciado de mi prometido le tiré lo primero que estuvo a mi alcance a la cabeza, para después de darle las gracias por abrirme los ojos entre otras muchas palabras que no voy a pronunciar, acabar saliendo de mi propio apartamento dando un gran portazo.
Sin poder evitarlo lágrimas salían de mi ojos recordando aquel fatídico día, porque aunque ahora creo que ya no siento nada por él, no puedo evitar recordar nuestros íntimos encuentros. El momento que más huella me dejó fue el día en que nos prometimos, había preparado un camino de velas desde la puerta hasta la terraza, donde le esperaba tendida en la hamaca, completamente desnuda y con dos copas de champagne muy frío para combatir el calor interno y externo.
Él se había ido quitando la ropa a medida que iba acercándose donde me encontraba. Cuando llegó a mi lado sólo llevaba los pantalones. Le agarré con fuerza por el cinturón y lo atraje hacia mí. Pasé la palma de mi mano por encima de su bragueta y sentí su excitación. Su miembro ya estaba duro. Desabroche el cinturón y bajé la cremallera. Estaba ansiosa por liberar su miembro.
Con un movimiento rápido pasó su pierna izquierda por encima mía, poniéndola al otro lado de la hamaca. Yo había quedado justo entre sus piernas. Se aproximó de forma que su sexo quedó justo a la altura de mi cara, lo cogí entre mis manos y lo acerqué a mi boca. Primero pasé la punta de mi lengua por su glande al tiempo que oprimía con mi mano la base de su pene, luego comencé a rodearla rítmicamente con toda la lengua, chupando de arriba abajo una y otra vez. Él, mientras tanto, masajeaba con fuerza mis senos haciendo que me estremeciera.
Ya no podía esperar más, necesitaba sentirlo dentro de mí. Flexione las piernas y dándome la vuelta, me puse de rodillas en la hamaca, ofreciéndole mis nalgas y mi gran tesoro.
Estábamos tan excitados que no recordamos que, en una noche estrellada de verano, la luna llena ilumina igual que una farola.
Nosotros seguíamos ocupados en darnos placer el uno al otro, ajenos a todo aquello que no fueran nuestros cuerpos.
Apretó mis nalgas con fuerza y las palmoteo. Se inclinó sobre mí e introdujo su dedo índice en mi vagina, comenzando a moverlo, primero muy despacio y luego más y más rápido. Mi sexo se dilataba y lubricaba. Lo sentía arder por dentro. Entonces se inclinó y pasó su lengua por mis nalgas y cuando menos lo esperaba, me las mordió con pasión. Fue increíble, no me importó que me dejase señal, cada vez que la viera recordaría aquel momento y me volvería a excitar de nuevo. Presa del éxtasis pasé la lengua por mi labio superior para humedecerlo, entonces me pidió que me girase y me abriese de piernas, me cogió en peso y me estrechó con fuerza. Nuestros sexos se encontraron. Flexionó sus piernas y se sentó, poniéndome sobre él, yo le rodeé con mis largas piernas.
Nuestros sexos se buscaban con ansiedad, acoplándose perfectamente el uno dentro del otro. La danza se había iniciado. Mis caderas se movían hacia delante y hacia atrás, presionando con fuerza en un intento de sentir todo su miembro en mí. Él se deleitaba mordiendo mis pezones mientras yo gemía de placer.
Junto a las copas de champagne había una cubeta con hielo en la que se mantenía frío el espumoso líquido. Introduje mi mano derecha y alcancé un cubito de hielo. Muy despacio lo fui deslizando por sus labios, bajando lentamente por su barbilla hasta alcanzar sus pezones, donde me entretuve rodeándolos. Seguí bajando por su vientre y jugueteé con él.
Observaba en su cara el placer que aquel contacto helado le proporcionaba. Le susurré: "Quiero que fundamos juntos el hielo" y lo deslice hasta mi pubis. Él retiró su miembro, dejando el paso libre para que pudiera introducir el hielo en mi vagina, entonces me volvió a penetrar.
El contacto del hielo acentuaba más aún el calor interno de nuestros cuerpos. Era increíble sentir como, poco a poco, el líquido helado desbordaba mi vagina y se deslizaba por los labios exteriores provocando pequeños escalofríos de placer.
Sujetó fuertemente mis caderas y apretó mi clítoris contra su miembro, acompañándolo con movimientos lentos. Estaba totalmente inmovilizada y me encantaba la sensación de sentirme dominada.
Estaba a punto de llegar al orgasmo, me puse de pie y me dirigí a la mesa de la terraza. Me senté en el borde, me abrí de piernas y comencé a tocarme. Alan captó la insinuación. Se aproximó a mí, le rodee de nuevo con mis piernas por las caderas, me eché hacía atrás sobre la mesa y comencé a acariciar mis pechos al tiempo que él, ansioso, me poseía de nuevo. Desde aquella posición la penetración era total y profunda. Sentía su miembro golpear mi vagina y me volvía loca de gusto.
El orgasmo no se hizo esperar. Llegó inundando nuestros cuerpos. Nuestros fluidos calientes se mezclaron. Nuestros cuerpos, sudorosos se abrazaban y en voz baja, al oído me susurró "quiero casarme contigo".
Y casi sin quererlo acabé teniendo un orgasmo en la bañera, y es que hay amores que marcan y Alan, lo hizo.