viernes, 10 de febrero de 2017

3. Sentimientos encontrados.

Lentamente abrí los ojos y los rayos de sol iluminaban toda la estancia dotándola de una luz natural inmaculada. Me estiré todo lo que pude y me incorporé en la cama, frote mis ojos varias veces antes de bajar mis pies al suelo. Me quede dormida con la ropa puesta, pues después del susto del armario no pensaba abrirlo anoche para sacar mi pijama.

Anoche durante la cena Clarisa me informó que el sábado tendríamos una boda en el castillo y dos reservas para la semana siguiente, por lo que hasta entonces estaba libre.

Para hoy tenía pensado ir a revisar el cuarto de fotografía para asegurarme que estuviera todo correcto para poder realizar mi trabajo correctamente. Cogí algo de ropa cómoda y fui hacía el cuarto de baño para darme un merecido baño. Entre en este y comencé a quitarme la ropa, observe mi imagen en el espejo y tenía un aspecto espantoso, mi pelo parecía una maraña y tenía unas pequeñas ojeras bajo mis ojos, en definitiva estaba hecha un asco, pero nada que un buen baño y un poco de corrector no pudiera arreglar. Abrí el grifo del agua caliente y deje que la bañera se llenará, cerré el grifo y eche espuma de baño. Lentamente me fui adentrando en la calidez que me otorgaba el agua en contacto con mi piel erizada por el cambio de temperatura, se sentía fenomenal, me tumbé y cerré los ojos para respirar la paz de esos momentos. A mi mente, llegaron recuerdos de tiempos pasados que ya hacía mucho no recordaba. Alan...lo cierto es que fuimos felices el tiempo que estuvimos juntos, tres maravillosos años de celos y mentiras maquillados con besos y caricias que yo creí... Aunque ya lo había superado, aún tenía mis momentos de bajón pensando en que hice mal para que tuviera que irse con otra, u otras, porque después de todo, ya no sabía cuántas chicas habían calentado mi cama mientras yo trabajaba.

Fue una suerte por mi parte haber acabado aquel día antes y querer ir a casa para prepararle una sorpresa, y vaya si hubo sorpresa, pero no la que esperaba.

Cuando llegué al apartamento, al abrir la puerta comencé a ver lencería tirada por el suelo, supe que no era mía, no sabía si salir corriendo en silencio o entrar en erupción y escupir lava por la boca. ¿Y qué creéis que hice? Pues lo correcto, abrí la puerta de la habitación y las imágenes que presencie frente a mi fueron el detonante perfecto para desatar  mi locura. A ella la agarré de los pelos y la tire de la cama y al desgraciado de mi prometido le tiré lo primero que estuvo a mi alcance a la cabeza, para después de darle las gracias por abrirme los ojos entre otras muchas palabras que no voy a pronunciar, acabar saliendo de mi propio apartamento dando un gran portazo.

Sin poder evitarlo lágrimas salían de mi ojos recordando aquel fatídico día, porque aunque ahora creo que ya no siento nada por él, no puedo evitar recordar nuestros íntimos encuentros. El momento que más huella me dejó fue el día en que nos prometimos, había preparado un camino de velas desde la puerta hasta la terraza, donde le esperaba tendida en la hamaca, completamente desnuda y con dos copas de champagne muy frío para combatir el calor interno y externo.

Él se había ido quitando la ropa a medida que iba acercándose donde me encontraba. Cuando llegó a mi lado sólo llevaba los pantalones. Le agarré con fuerza por el cinturón y lo atraje hacia mí. Pasé la palma de mi mano por encima de su bragueta y sentí su excitación. Su miembro ya estaba duro. Desabroche el cinturón y bajé la cremallera. Estaba ansiosa por liberar su miembro.

Con un movimiento rápido pasó su pierna izquierda por encima mía, poniéndola al otro lado de la hamaca. Yo había quedado justo entre sus piernas. Se aproximó de forma que su sexo quedó justo a la altura de mi cara, lo cogí entre mis manos y lo acerqué a mi boca. Primero pasé la punta de mi lengua por su glande al tiempo que oprimía con mi mano la base de su pene, luego comencé a rodearla rítmicamente con toda la lengua, chupando de arriba abajo una y otra vez. Él, mientras tanto, masajeaba con fuerza mis senos haciendo que me estremeciera.

Ya no podía esperar más, necesitaba sentirlo dentro de mí. Flexione las piernas y dándome la vuelta, me puse de rodillas en la hamaca, ofreciéndole mis nalgas y mi gran tesoro.

Estábamos tan excitados que no recordamos que, en una noche estrellada de verano, la luna llena ilumina igual que una farola.

Nosotros seguíamos ocupados en darnos placer el uno al otro, ajenos a todo aquello que no fueran nuestros cuerpos.

Apretó mis nalgas con fuerza y las palmoteo. Se inclinó sobre mí e introdujo su dedo índice en mi vagina, comenzando a moverlo, primero muy despacio y luego más y más rápido. Mi sexo se dilataba y lubricaba. Lo sentía arder por dentro. Entonces se inclinó y pasó su lengua por mis nalgas y cuando menos lo esperaba, me las mordió con pasión. Fue increíble, no me importó que me dejase señal, cada vez que la viera recordaría aquel momento y me volvería a excitar de nuevo. Presa del éxtasis pasé la lengua por mi labio superior para humedecerlo, entonces me pidió que me girase y me abriese de piernas, me cogió en peso y me estrechó con fuerza. Nuestros sexos se encontraron. Flexionó sus piernas y se sentó, poniéndome sobre él, yo le rodeé con mis largas piernas.

Nuestros sexos se buscaban con ansiedad, acoplándose perfectamente el uno dentro del otro. La danza se había iniciado. Mis caderas se movían hacia delante y hacia atrás, presionando con fuerza en un intento de sentir todo su miembro en mí. Él se deleitaba mordiendo mis pezones mientras yo gemía de placer.

Junto a las copas de champagne había una cubeta con hielo en la que se mantenía frío el espumoso líquido. Introduje mi mano derecha y alcancé un cubito de hielo. Muy despacio lo fui deslizando por sus labios, bajando lentamente por su barbilla hasta alcanzar sus pezones, donde me entretuve rodeándolos. Seguí bajando por su vientre y jugueteé con él.

Observaba en su cara el placer que aquel contacto helado le proporcionaba. Le susurré: "Quiero que fundamos juntos el hielo" y lo deslice hasta mi pubis. Él retiró su miembro, dejando el paso libre para que pudiera introducir el hielo en mi vagina, entonces me volvió a penetrar.

El contacto del hielo acentuaba más aún el calor interno de nuestros cuerpos. Era increíble sentir como, poco a poco, el líquido helado desbordaba mi vagina y se deslizaba por los labios exteriores provocando pequeños escalofríos de placer.

Sujetó fuertemente mis caderas y apretó mi clítoris contra su miembro, acompañándolo con movimientos lentos. Estaba totalmente inmovilizada y me encantaba la sensación de sentirme dominada.

Estaba a punto de llegar al orgasmo, me puse de pie y me dirigí a la mesa de la terraza. Me senté en el borde, me abrí de piernas y comencé a tocarme. Alan captó la insinuación. Se aproximó a mí, le rodee de nuevo con mis piernas por las caderas, me eché hacía atrás sobre la mesa y comencé a acariciar mis pechos al tiempo que él, ansioso, me poseía de nuevo. Desde aquella posición la penetración era total y profunda. Sentía su miembro golpear mi vagina y me volvía loca de gusto.

El orgasmo no se hizo esperar. Llegó inundando nuestros cuerpos. Nuestros fluidos calientes se mezclaron. Nuestros cuerpos, sudorosos se abrazaban y en voz baja, al oído me susurró "quiero casarme contigo".

Y casi sin quererlo acabé teniendo un orgasmo en la bañera, y es que hay amores que marcan y Alan, lo hizo.

2. Incompleta

No había hecho más que llegar y ya me estaba inundando un sentimiento de arrepentimiento después de lo escalofriante de los sucesos...

Necesitaba pensar con la cabeza y dejar de lado los impulsos. Tal vez se tratará de una broma de mis compañeros por ser la nueva incorporación, si, debe de ser eso.

Salí de la habitación y me encaminé hacia el hall donde se encontraba una Clarisa radiante y con una sonrisa inmensa, así que supuse que se trató únicamente de una broma para asustarme. Deseche las ideas que me habían estado atormentando desde el momento en que salí de la bañera y me concentre en la visita guiada de la rubia, la cual no dejaba de mirarme de reojo.

El castillo era inmenso, único castillo romántico que hay en el País Vasco, situado en un paraje natural de gran belleza en la comarca de Uribe, a 19 kilómetros de Bilbao. Tenía curiosidad por conocer más de su historia, así que decidí preguntarle a Clarisa.

—Clarisa, ¿puedes contarme algo sobre la historia de este lugar? Me parece muy interesante y es magnífico, agradecería saber que ocurrió tras estos muros, no sé, si hay alguna leyenda o algo acerca de este paraje.

—Por supuesto Samara, la historia de este castillo que parece sacado de un cuento de hadas, se remonta al siglo XI, fecha en la que se construyó una torre típicamente medieval sobre la antigua casa de los Butrón, fundada por el Capitán Gamíniz en el siglo VIII en la Anteiglesia de Gatica, sobre el peñascal de Ganzorri. En el siglo XIV la torre primitiva fue transformada en un castillo inexpugnable. Sobre sus muros flotó siempre el temido pendón de los Butrones, cabezas del bando Oñacino, los caudillos más famosos de la comarca y los más fuertes y pendencieros banderizos del País. El castillo de Muñatones, que mandó construir sobre la antigua torre en Somorrostro el cronista Lope García de Salazar, en atención a su mujer doña Juana de Butrón y Mújica, que era hija del sexto señor de Butrón, se construyó tomando como modelo el de Butrón.

—Me parece muy interesante Clarisa, y ¿qué hay de sus gentes? ¿Alguna leyenda escabrosa? Perdona que te pregunte eso, es simple curiosidad nada más. Es que contemplando estos muros impasibles una se pregunta que secretos esconden, ojalá pudieran hablar y confesar sus pecados.

—Bueno, su evolución viene seguida de toda una serie de leyendas que, unidas a la realidad, tienen como protagonistas las luchas entre dos familias de nobles, los Gamboinos, que eran los dueños del castillo, y los Oñacinos. La pelea se saldó con varios muertos. Se dice que la hija pequeña de estos últimos estaba enamorada de uno de los hijos de los Gamboinos, pero este no era correspondido. Era tanto el amor que le tenía que en poco tiempo se convirtió en locura. Un día con la ayuda de un hechicero mató al joven que tanto amaba, y encerró su alma en un corazón forjado de plata, como penitencia por el amor no correspondido que acabo con su cordura, lo condenó a vagar por la eternidad con la desdicha de no conocer jamás la felicidad.

—¡Impresionante! Que historia más triste... Sé cómo se tuvo que sentir ese muchacho. Clarisa, ¿ese corazón forjado esta en algún museo?

—Samara, no pensarás que eso es cierto, ¿verdad? Tan sólo son viejas leyendas que van pasando de generación en generación. Jamás nadie ha conocido la existencia de algo así. Ahora deberías de ver la cara que has puesto... ¡Tan sólo es historia nena!

—Si, bueno, me adentré tanto en tus palabras que por un momento quise creer que era cierto. ¿No crees que sería fantástico que así lo fuera?

—¡Oh, claro que sí! eso haría de este, un lugar aún más mágico de lo que ya es.

—¿A qué te refieres con eso Clarisa?

—Nada Samara, no es nada, mira a tu alrededor, ¿no te sientes como una princesa mientras vamos caminando por sus pasillos?

—¡Oh si, por supuesto! ¡es maravilloso! Esta mañana cuando llegué no pude dejar de admirar su entorno.

—El castillo se encuentra rodeado por un amplio parque con especies botánicas, lo que le da un aspecto paradisíaco. Está enmarcado en un bosque de robles junto a un pequeño río que va a desembocar a Plencia. Todo esto, unido a su forma propia que recuerda a los palacios centro europeos, le otorga un aspecto de palacio sacado de un cuento.

—¡Exacto Clarisa! que fácil resulta hablar contigo aún cuando no encuentro las palabras adecuadas.

—Bueno, ahora que ya tienes una extensa clase de historia sobre este magnífico lugar, ¿qué tal si te presento al resto de empleados que trabajan aquí y de paso vamos a ver a Laura para ver con que rico manjar nos sorprende hoy para comer?

—Eso suena muy bien Clarisa, será lo mejor, desde que me levante hoy a las ocho y tome mi café con leche lo único que ha entrado a esta boca es aire.

Caminamos por un largo pasillo hasta llegar a la cocina, allí una chica de baja estatura vestida con un uniforme removía el contenido de una de las ollas. Olía a gloria, lo mismo le pareció a mi estómago que descaradamente comenzaba a gruñir por sus carencias.

—Buenos días Laura, te presento a Samara, ella será la encargada de inmortalizar cada uno de los eventos que aquí realicemos.

—¡Hola Samara! ¡Encantada! Espero que tengas buen apetito, porque no acepto recoger los platos si no están vacíos.

En ese momento mi estómago comenzó a rugir y las tres nos echamos a reír. Acompañé a Clarisa hasta llegar a una pequeña estancia donde claramente podía apreciarse que era el lugar donde los empleados pasaban su tiempo libre para comer, ver televisión, relajarse. Allí se encontraba un chico, Eric, un chico que parecía ser de mi estatura o quizás algo más alto, moreno, de unos 28 años, con uniforme similar al de Clarisa, ojos color miel y cuerpo bien trabajado, él era el recepcionista, estaba sentado en el sofá que había en la sala, mientras estaba inmerso en un libro cuya portada me fascinó, Mortusermo, tal vez se lo pediría para poder leerlo cuando lo terminará. Clarisa tuvo que carraspear varias veces para que este se diera cuenta que no estaba solo en la sala.

—Ah, hola Clarisa.

—No es preciso que seas tan efusivo en tu saludo Eric.

—Aún estoy molesto contigo.

—Vamos, no seas tan niño, fue un error por mi parte y ya te pedí perdón.

—¿Que no sea tan niño? Clarisa, ¡destrozaste mi camiseta favorita para darle trapos a Laura! !Mi camiseta favorita! ¡Para limpiar! ¡Estas loca!

—¡Ay ya! No seas infantil, ya te dije que te compraría una igual, ¿no?

—Pero ya no será lo mismo Clarisa, esa tenía un valor sentimental ¡incalculable!

—Si claro, porque la llevaste puesta durante la gira de tu grupo de rock favorito. Vamos Eric...

—Perdonar chicos por meterme, ¿hola? Estoy aquí.

—Perdón, casi me olvido, inmaduro te presento a Samara, Samara te presento a... Eric.

—Hola Samara, y tú te encargarás ¿de?

—Fotografía, encantada Eric.

—Igualmente morena. Mi perfil bueno es el derecho, no lo olvides.

—Samara, no le hagas caso, ya has visto el circo que ha montado por un trozo de tela, él es así...

—Haya paz chicos, dejen de discutir por banalidades...

—Ves Eric, banalidades, cosas insignificantes...

—Perdón, no quise ser grosera, pero me temo que sois capaces de no parar en un buen rato de discutir y yo ya tengo hambre.

—Fantástico Clarisa, ahora pretendes matar a la pobre chica de hambre. Lo siento Samara, vamos a comer. Iré a ayudar a Laura con la mesa, sentaros antes de que me arrepienta.

Comimos en una calma absoluta hablábamos de nuestra música favorita, comida, familia. Después como aún no teníamos cosas que hacer me dirigí a mi cuarto para poder descansar un poco. Cuando entré en la habitación de repente volvió a mi mente inconscientemente el recuerdo de lo ocurrido en la mañana, y por alguna extraña razón con ella lo hizo el rememorar la historia que Clarisa me contó mientras me enseñaba cada rincón de este espléndido lugar. ¿Sería incierto del todo? Tenía mis reservas al respecto.

Sin pensarlo, me quite mis botines y los deje a un lado de la cama y me tiré en esta para poder dormir.

Unos golpes en la puerta me despertaron, ya era de noche. No sabía cuánto tiempo me había dormido, pero sí que había soñado. Abrí la puerta y ahí estaba ella.

—¿Que te ocurría Samara? Llevo una hora llamando.

—Lo siento Clarisa, me quedé dormida, no te escuche.

—No pasa nada, nosotros ya hemos cenado, pero Laura te ha dejado preparado algo de cena. Ahora le diré que lo suba, supongo que preferirás cenar aquí.

—¡Oh, gracias! si, será lo mejor.

Tras cerrar la puerta volví a tirarme encima de la cama, y comencé a recordar parte de mi sueño. Estaba en la biblioteca antigua del castillo y buscaba desesperadamente algo entre los miles de libros que abarcaban las estanterías de madera tallada. No sabía que era, pero por la desesperación debía de ser importante. Ese nombre, volvió a cruzarse por mi mente como si de un destello se tratará, me sentía nerviosa, intranquila, curiosa, por saber que estaba ocurriendo. Andrew, dije en voz alta, y de repente las puertas del armario se abrieron de par en par. Di un salto sobre la cama tan grande que de poco me quedo pegada en el techo mientras mi corazón salía por mi boca. Me levanté para cerrar las puertas y cuando ya estaba a punto de recobrar la tranquilidad, Laura abría la puerta con una bandeja de comida sobre sus manos. Demasiadas emociones para el primer día. Opte por no contarle nada a Clarisa por el momento, pues no quería parecer una lunática, así que cené tranquilamente y volví a acostarme esperando no sufrir ningún contratiempo más y poder descansar para un nuevo día. Hoy más que nunca en mi vida tenía la terrible sensación de sentirme incompleta. Mi mente no paraba de pensar en todo lo que había sucedido, hasta que sin darme cuenta, caí en brazos de Morfeo.

1.Otra oportunidad

Conducía hasta mi posible nuevo trabajo, esta vez esperaba tener más suerte, pues en el último ni me llegaron a pagar.

Trabajé durante mes y medio como camarera en un restaurante hasta que un día al llegar al local después del fin de semana, éste estaba completamente desmantelado y no había ni rastro de sus propietarios. Nos dejaron a todos en la calle y sin poder cobrar nuestros salarios. Por suerte era una chica que salía poco, más bien nada y apenas gastaba, por lo que tenía algún dinero ahorrado para poder ir subsistiendo hasta poder encontrar otro trabajo.

No tenía ataduras de ningún tipo, con mis padres me llevaba bien, pero teníamos muy poca relación porque siempre veían mal todo lo que hacía, y me recriminaban el hecho de que me marchará a vivir fuera y aún no tuviera pareja.

Pero en verdad, no era culpa mía que todas las relaciones en las que había estado involucrada fueran con chicos inmaduros, que tuvieran miedo al compromiso y que prefirieron encuentros esporádicos. La última relación que mantuve me dejó bastante marcada puesto que habíamos puesto fecha de boda. Pero después de descubrir que me engañaba decidí que jamás nadie volvería a merecer mis lágrimas, el amor no estaba hecho para mí, no volvería a sufrir nunca más desilusiones, ya no, me volcaría en mi trabajo y en hacer lo que más me gustaba. Buscando en el periódico de entre las ofertas de la sección de empleo, apareció uno que llamó mucho mi atención, se ofrecía un puesto de fotógrafa para una importante cadena de hoteles famosa por los eventos que celebran.

La fotografía siempre fue mi pasión, el objetivo es capaz de captar aquello que no todos los ojos son capaces de ver, sensaciones, emociones...

Mis padres siempre me hacían bajar de mi nube, ellos preferían que hiciera otra cosa que me diera más estabilidad, pero al final, estudié fotografía, creo que ese era uno de los motivos por los que estaba tan distanciada.

En la entrevista que tuve en la agencia, me dijeron que el trabajo era en Playas de Gorliz, Gatika en la provincia de Vizcaya, España. Rodeado de poblaciones que distan poco entre sí, como Sopelana o Urdúliz. La empresa había adquirido recientemente un magnífico castillo que había salido en subasta para remodelarlo, su nombre lo habían mantenido intacto, Butrón.

Cuando llegué, no podía creer lo que tenía frente a mí, me quede petrificada al ver tanta belleza, era como sacado de un maravilloso cuento de hadas.

Unos preciosos y bien cuidados jardines rodeaban a aquel imperioso gigante de piedra que había perdurado por siglos. Toda clase de flores exóticas por doquier, hileras de palmeras bordeaban el camino y una preciosa fuente en el medio de un amplio patio que dotaba de una belleza extrema aquel inmaculado lugar.

Caminé con mi equipaje hasta la entrada, puesto que a partir de ese momento, esa maravilla sería parte de mi hogar. Salió a recibirme Clarisa, la encargada de eventos, una chica alta y delgada, de tez blanca y cabello rubio corto, tenía unos penetrantes ojos color café que estudiaban cada uno de mis movimientos. Yo desde luego parecería una tonta babeando conforme me iba adentrando al castillo, pero era tan fantástico, que era imposible no hacerlo. Clarisa me acompañó hasta la que sería mi habitación mientras que estuviera trabajando allí.

Llegamos a una puerta de madera tallada, era preciosa, daba la sensación de adentrarte en la historia que guardaban celosamente estos muros. La habitación no era muy grande, pero era digna de admiración. Había una cama con dosel de madera tallada y a los costados caían unas preciosas cortinas transparentes y brillantes que daban la sensación de poder cubrirte con un manto de estrellas, mientras acostada sobre una mullida nube te dejabas llevar en brazos de Morfeo. También había un precioso tocador con espejo y una butaca, un armario de dos puertas y justo al lado una puerta que supuse sería el baño. Era muy acogedor, presentía que iba a sentirme muy bien rodeada de tanta historia.

Eran las diez de la mañana, Clarisa me esperaría en el hall de recepción a las doce para enseñarme este magnífico lugar. Así que, cuando me quede sola, comencé a sacar mi ropa y a colocar mis cosas y decidí darme una ducha para poder cambiarme y ponerme algo más cómodo.

Abrí la puerta que estaba situada al lado del armario y efectivamente era el baño, no era muy grande pero sí lo suficiente para tener una pequeña bañera. Comencé a llenarla de agua tibia y perfume con sales para relajarme.

Me estaba quitando la ropa para meterme dentro, cuando un sonido me sobresalto y me tapé rápidamente. Me quedé en silencio, solo se escuchaba el agua caer, mis latidos y mi respiración acelerada, apague el grifo para poder escucharlo con mayor claridad, pero ya no escuche nada.

Termine de quitarme la ropa y me metí dentro, era reconfortante la calidez del agua al contacto con mi piel, así que me sumergí. Estuve un minuto bajo el agua, y cuando salí cerré los ojos para relajarme en el silencio que inundaba aquel lugar.

No recuerdo si me dormí y cuanto tiempo estuve así, solo se que me sobresalte con un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo al escuchar un leve susurro en mi oído que claramente pronunció un nombre. Me levanté de un salto asustada imaginando que alguien estaba a mi lado, pero no, estaba completamente sola.

Debí estar soñando, intente convencerme de que todo era debido al cansancio, y al nuevo lugar donde me encontraba. Salí envuelta en una toalla y me dispuse a vestirme para mi cita con Clarisa. Algo en mi me decía que tenía que recordar, pero no le di mayor importancia.

Me puse unos pantalones de tela negros, una camisa color marfil y mis botines negros, me acerque al tocador para ponerme algo de color y hacerme el pelo. Cuando me giré hacia el tocador, el espejo estaba empañado en vaho y pude ver que aparecían unas letras escritas en él, Andrew...

Sueño de una noche


¿Que ocurriría si después de estar esperando al verdadero amor de tu vida descubres que esa persona ya no pertenece al mundo de los vivos?

¿Serias capaz de abandonar todo lo que conoces por sentir lo que es el verdadero amor?

¿Podrás ser objetivo y cambiar tus creencias para comprender las situaciones que me llevaron a este punto en el que me encuentro?

El verdadero amor es el arma más poderosa del universo, jamás sabes que serías capaz de hacer con el único fin de encontrar una felicidad eterna, una realidad por siempre, el motivo por el que nacemos.
Cuando lo hacemos nuestra vida esta destinada ha encontrarse con su otra mitad. Una vida no es suficiente para encontrarlo, muchos perecen en su búsqueda, y los pocos que logran hacerlo se aferran a esa mitad con todas las consecuencias que eso conlleva solo por sentirse completo aunque sea una única vez en su paso por este mundo.
¿Que harías tú si encontraras a tu otra mitad?
Cambiará toda la percepción que tienes sobre la vida y la muerte.
Si en realidad estas dispuesto a seguir leyendo,
muy pronto lo descubrirás, mi nombre es Sámara, tengo 30 años y así comenzó todo...